La Asociación Profesional de Trabajadores Penitenciarios Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM) ha denunciado la agresión sufrida por funcionarios de Puerto III por parte de un recluso en la noche de ayer.
Según una nota enviada por la asociación mientras se repartía la cena en el módulo 1, un interno bastante corpulento, de unos 130 kg de peso y más de 185 cm de altura, solicitó hablar fuera del comedor con un funcionario. Una vez solos el interno se abalanzó y agredió al funcionario al tiempo que era jaleado por el resto de internos del módulo, a los que hubo que aislar en el comedor.
La rápida intervención del vigilante de cabina posibilitó que acudieran más funcionarios en apoyo del compañero agredido, consiguiendo reducir al recluso tras un forcejeo que duró veinte minutos. Como consecuencia de la refriega, que contiuó mientras el preso era trasladado a aislamiento, seis funcionarios acabaron con mñultiples contusiones, necesitando tres de ellos ser trasladados a Urgencias. Desde la asociación recuerdan que la prisión de Puerto III encabeza la estadística de agresiones sufridas por trabajadores.
TAMPM denuncia que esta nueva agresión pone de manifiesto el «total abandono en el que nos encontramos los funcionarios de prisiones por parte de la Admisnistración, que niega sistemáticamente este clima de violencia en el que trabajamo, minusvalora el riesgo que corremos y se niega a facilitarnos los medios más básicos para desarrolar nuestro trabajo». Como ejemplo manifiestan que llavan dos años de reuniones para poder sustituir los guantes que utilizan por unos «de verdad».
Asimismo desde la asociación creen imprescindible la consideración de los funcionarios como Agentes de Autoridad para poder trabajar «con un mínimo de seguridad jurídica». «Hoy en día, agredir a un funcionario de prisiones se castiga con 9 o 10 días sin bajar al patio por la tarde», manifiestan.
Por último, se quejan de que se monten dispositivos de 9 o 10 agentes de Guardia Civil o Policía Nacional para el traslado de presos peligrosos mientras que, ya en prisión, «esos mismos reclusos campan a sus anchas por un módulo con 80 o más presos igual o más peligrosos que él y tengan que ser controlados por uno o dos funcionarios armados con un boli bic y unos guantes de carnaval».