Todos, en mayor o menor medida, gustamos de disfrutar de una bella obra de arte, una pintura, y su admiración nos lleva a conocer a su autor, la etapa de la historia en la que se realizó, y los acontecimientos que hicieron posible que, como tal, viera la luz.
Ese fue el caso de una pintura de Guido Reni, el retrato de una joven de la aristocracia romana, llamada Beatrice Cenci, nacida el 12 de febrero de 1577.
Beatrice era una joven de delicada belleza, hija de Francesco Cenci, un terrateniente rico, hombre déspota y violento. Beatrice, era hija del primer matrimonio de Francesco Cenci con la joven Ersilia Santacroce, de la que nacieron doce hijos, si bien solo siete superaron la infancia, a saber, Giacomo, Cristoforo, Antonina, Rocco, Beatrice, Bernardo y Paolo.
Tras la muerte de su primea esposa, el ambicioso y cruel Francesco Cenci contrajo de nuevo matrimonio con una viuda, de nombre Lucrezia Petroni.
Con el paso del tiempo, los hijos fueron marchándose de casa, unos a cumplir con sus obligaciones en la milicia, la joven Antonina, al contraer matrimonio.
Franceso Cenci y su familia residían en un castillo al que se conocía como La Roca, en la campiña del Lacio, cerca de Roma. Fueron numerosas las ocasiones en las que este pendenciero fue acusado por la justicia, mas sus excelentes relaciones, sobre todo, con el Papa Clemente VIII, le valieron salir de todas ellas impune.
Mas un día, surgió la tragedia, pues la familia vivía sometida a los abusos y maltratos de tal bestia humana; eran frecuentes las violaciones a las que sometía a sus sirvientes, a su esposa, a la que ultrajaba, y lo más terrible de todo ello, los continuos abusos de los que fue objeto su hija pequeña, Beatrice.
Fue, entonces cuando entre la esposa Lucrezia, la joven Beatrice y sus dos hermanos, Giacomo y Bernardo, llevaron a cabo un complot para acabar con la vida de tal tirano, contando para ello con la ayuda de un pretendiente de Lucrezia, Olimpio Calvetti. De esta forma, intentaron envenenarlo, pero Cenci resistió y en tanto en cuanto seguía inconsciente, le golpearon hasta matarlo para, a continuación, tirar el cadáver por una ventana, fingiendo una caída involuntaria.
Mas nadie les creyó, y todos ellos fueron capturados por la guardia papal y sometidos a las mas crueles torturas, que, al final, dieron su fruto con la confesión de los hechos tal y como se había producido.
Todos fueron condenados, salvo el más pequeño Bernardo, dada su juventud, más peor fue su castigo al ver como eran asesinados todos los miembros de su familia. Su madrasta Lucrezia y su hermana Beatrice fueron decapitadas, y su hermano Giacomo, descuartizado.
El cuerpo de la joven Beatrice fue transportado hasta la Iglesia de San Pietro in Montorio, y sepultada sin lápida alguna. Con el tiempo una bellísima escultura, realizada en mármol, por Harriet G. Hosmer, en 1857, cubre la tumba de Beatrice.
Y cuenta una leyenda romana, que cada día 11 de septiembre, la fecha de la decapitación de la joven Beatrice, una figura de mujer toma forma en la iglesia de San Pietro in Montorio, recorriendo el camino que la separa del castilo de Sant´Angelo, portando, entre sus manos,……. su cabeza.
Bellísimas y singulares historias las que nos sorprenden las obras de arte, que no solo nos emocionan por sus cualidades técnicas y artísticas, sino también por lo que de historia y drama hubo tras ellas.