Hablar de política, de políticas en plural sería más adecuado, es algo que entristece y desanima en los tiempos actuales y en nuestro país. Hacerlo en Cádiz y sobre lo que pasa en Cádiz, deprime. Incluso, y juro que no exagero, resulta tremendamente cansino. Los que ya vamos teniendo cierta edad es como si lleváramos décadas escuchando las mismas cantinelas, idénticos lamentos, similares duelos, parecidas excusas para justificar la inoperancia. A ello hay que añadir el rosario de mutuas acusaciones, patadas hacia adelante, salidas por la tangente de los políticos en general que resulta una cantinela, un rum rum de fondo y frontal al que ya estamos hechos con una resignación transversal, por utilizar una expresión de moda. Pero nadie se salva de aparecer en el listado de quienes por dejadez, comodidad, incompetencia, indolencia o cualquier otra causa han dejado que esta ciudad, a la que amamos, esté al borde del colapso social, económico y político. Y en lo que me corresponda, mea culpa. Pero tampoco por ello no me voy a unir al coro de quienes cubren sus rostros de ceniza y rasgan sus vestiduras sin aportar nada, sin una simple idea positiva y realizable, sin hacer otra cosa que lapidar al de al lado si se mueve un poco no queriendo ver más que actitudes maniobreras.
Y es que ya hemos tocado fondo y conviene reaccionar, no hundirse más, levantar cabeza y construir algo mejor que lo que tenemos. No podemos, a modo de ejemplo, seguir instalados en el discurso permanente de que faltan infraestructuras. Cada vez que se finaliza una, a veces ante de su remate, ya salen voces diciendo que es insuficiente y que lo que hay que hacer es esto o lo otro, que aun falta tal o cual. Lo que realmente falta es aprovechar lo hecho y en base a esa explotación demandar el siguiente peldaño, pero no escudarse en que aun se necesita un puente más, unas vías más, una autovía más o un carril más. El discurso del eterno insatisfecho, que tanto vale para las infraestructuras como para cualquier otro aspecto, no hace más que proyectar una imagen de pedigüeños malhumorados.
Esta ciudad necesita un cambio. Pero un cambio más allá y más esencial que el que trajeron las últimas elecciones municipales, mucho más radical incluso. Y es que Cádiz es una singularidad en el mapa de España. Población en retroceso y envejecida, carencias educativas graves, bolsas preocupantes de pobreza, escasísimas oportunidades de empleo, falta de músculo empresarial, sociedad civil desmotivada y fragmentada, un poco de todo lo que no hay que tener en una sociedad próspera y abierta. Aquí hay que apartar al menos un cincuenta por ciento de los enfrentamientos de la política nacional e incluso andaluza. En Cádiz cada partido debe tener muy presente que esto no es Vitoria, Barcelona, Valencia, ni siquiera Sevilla. Aquí tenemos una realidad singular en la que nuestros problemas y necesidades superan la media de otras ciudades con amplitud y gravedad. Pelea política, sí por supuesto pero con unos límites que vienen concretados por nuestra singularidad. Debate y confrontación política, sí pero con el objetivo esencial aportar soluciones y proyectos, de pactar un programa común de acción para construir a partir de lo que tenemos. Quizás en otros sitios se puedan permitir el lujo de andar otros derroteros, no creo pero no están en nuestra situación, sin embargo en nuestra ciudad tenemos todos la obligación política de confluir en un proyecto común, en un programa de trabajo de la mayoría posible. Empezando por la propia izquierda, la que gobierna sin haberse hecho aun el cuerpo a lo que eso significa y la otra, la que se debate entre opositar o apoyar, que debe asumir e interiorizar que es el partido de los más de ciento treinta años, de la responsabilidad para con la ciudadanía, de la experiencia amplia en asuntos de gobierno y del currículum de políticas sociales amplio y contrastado (mal que les pese a algunos). Y además de la izquierda, si hay otros que desean sentarse desde posiciones de trabajar en clave de singularidad política de la ciudad, la puerta debe estar abierta y la mesa de negociación preparada. No nos queda otra, todo lo que se salga del marco de considerar que tenemos que construir en base a una singularidad política propia no debería ni de tenerse en cuenta.
No quiero dejar una sensación de excesivo pesimismo. Cádiz necesita concretar su singularidad política y hay agentes y personas que están en esta línea. Hay políticos que lo piensan, agentes sociales que lo desean, sociedad civil que empieza moverse en este sentido. Una singularidad que debe terminar de concretarse en un programa de relanzamiento de la ciudad y sus habitantes.