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Dom. Nov 24th, 2024

Gabriel UrbinaEl milagro de la vida sigue siendo eso, un milagro, y los milagros son difíciles de concebir, explicar o asimilar. Todavía no habías nacido y ya habías cambiado, con tu imagen, la vida de unas cuantas personas alrededor. Y hablo de tu imagen porque cuando te imaginábamos, aun sabiendo que no habías nacido, íbamos perfilándote, detallando con colores, matices y sombras el bosquejo de esa imagen que la ciencia nos regalaba con aquella ecografía. Y así, entre el milagro y la ciencia, apoyándome en los sonidos de tu nombre, he ido trepando un poco más, subiendo más alto, antes de sentir el vértigo y la belleza que se siente cuando se mira un paisaje desde tan arriba.

Acabas de nacer, acabas de sentir el timbre de tu llanto y la luz, el aire y el calor de una caricia, y tu nombre se va llenando poco a poco de ti. Resulta extraño pensar tanto en alguien que no te ha tocado, que no te ha visto nunca y no reconoce tu olor. Pero la vida es así, y yo pienso en ti como en un paisaje limpio por el que solo fluyen, en armonía, algunos ríos de sangre que un corazón diminuto bombea para regar cada poro de tu ser. Espero que esos ríos, cristalinos en ti, desbordados en mí, a veces estancados, puedan fluir juntos, dentro de poco, y nos sentemos los dos a oír el murmullo de su corriente. Tal vez formen un paisaje nuevo que nos dibuje para siempre una sonrisa de complicidad. Y quizá podamos, a pesar de la distancia, construir nuestra propia orilla. Así, cerca de tu mar o del mío, serás tú, desde este enero luminoso, la que le dará cuerda al tiempo para que nazcan cada año todas las estaciones, una tras otra, detrás de ti.

Hoy quiero darte la bienvenida a este mar insondable que estos días brilla diferente, salpicando con tu imagen, con tu nombre, cada amanecer. Aunque no puedas oírme ni entenderme, aunque falten algunos años para que puedas descifrar estos dibujos extraños de letras y palabras, yo lanzo al mar esta botella que contiene mi primer abrazo, con la esperanza de que las olas lo arrastren pronto hasta la orilla de tu piel.

Querida Noah, me gustaría contarte cómo es el mundo, adelantarte los colores imposibles del crepúsculo y acercarte al oído el destello azul de una caracola. Explicarte que arriba hay una luna moviendo mareas y que esconderás muchas veces, bajo las estrellas, las huellas minúsculas de tus pies, garabateando el lienzo de arena de una playa infinita. Me encantaría anticiparte los poemas y los cuentos que se escribieron para ti, y regalarte, enredados en el verde de los bosques, la sombra de un árbol y la lluvia quieta en una flor, el aleteo de una mariposa y el eco de tu risa en una roca. Sin embargo, aunque lo intentara, te estaría mintiendo. Porque este mundo no es como te contemos los demás, sino como tú aprendas a verlo.

Recuerda que los adultos somos torpes, y miramos a menudo a través de esa niebla que enturbia los paisajes y apaga los colores. Tú no dejes nunca de pintar con tu mirada, y no abandones la ilusión de sorprenderte en el siguiente paso, en cada nuevo día. Los adultos te hablaremos de estabilidad y de la vida, poniendo etiquetas a los sueños que apenas hemos acariciado en el camino. Pero tú no te fíes ni compadezcas nuestra torpeza, y aférrate a la vida, como ahora, antes de nombrarla, antes de entenderla. Ojalá domines pronto el idioma de la alegría para que las demás lenguas, esas que vamos practicando con el tiempo, repletas de frases grises y vacías, te resulten confusas y no sepas traducirlas.

El viaje empieza aquí, Noah. Agárrate fuerte a todo lo que te haga sentir viva, llena de ti, y, si alguna vez sientes que así tú no eres tú, que tu nombre se está vaciando de ti, no olvides que puedes reconstruirte desde esa imagen limpia y nueva, repleta de vida, que tienes ahora. Porque en esta Noah, tan pequeña para mis ojos torpes, yo sé que caben todos los paisajes y colores. Y sé que a tu alrededor orbitan, esperándote, las semillas de todos los mundos que alguna vez nos atrevimos a soñar. Elige una y riégala con tu sangre. Yo te deseo el mejor de los viajes, el más intenso, largo y bonito que alcanzo a imaginar.

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