Una afición que ha terminado por considerarse «adicción», tal y como puede aceptarse dentro de lo que el que concepto de esta última palabra abarca, es la de los consabidos «SELFIES».
Sinceramente, pienso que existen pocas personas que desconozcan el significado de la palabra «selfie», por lo que se refiere al retrato o imagen que uno se capta de sí mismo, en los más variados momentos y situaciones, y con ésta hace pública su consiguiente actividad.
«Selfie» es un neologismo del inglés, que hace referencia a una autofoto o autorretrato, y que amén de servir de mensaje, para captar el interés de nuestro círculo de amistades y bastantes curiosos, pues muestran un momento especial para la vida de una persona. Ello la hizo popular a partir del siglo XXI, y hasta tal punto que el Diccionario Oxford la consideró como la «palabra del año 2013» y, en consecuencia, la incorporó al idioma inglés.
Por tanto, la palabra «selfie» es un sustantivo que se compone de dos palabras «self», que significa «auto», así como «ie», o «I» que se traduce como «yo» o «yo mismo», de ahí su definición de «autofoto». Aunque, evidentemente, suene mejor siempre el término «selfie», sobre todo en las redes sociales que se mueven a niveles internacionales.
Son muchas, muchísimas las personas de toda edad y condición que, a través de sus «selfies», nos hacen partícipes, especialmente, de sus momentos de felicidad y alegría, adultos, jóvenes, se suman a esta moda que nos hace tan fácil conocer a una persona, sirviéndonos para ello de «pasar un día, en su compañía, por medio de sus selfies».
No cabe la menor duda, que la vida de determinada persona, un día cualquiera, puede configurarse en la medida en que sus «selfies» nos van mostrando las distintas actividades que va realizando y con las personas con las que las comparte.
Mas es fundamentalmente dentro del mundo de los jóvenes y adolescentes donde los «selfies» se multiplican de forma que alcanza una total adicción a esta nueva forma de mostrarse al mundo. Y nada más cierto que en mucho de estos autorretratos las actitudes que adoptan nuestros hijos son algunas veces provocativas, y todo ello con la única y exclusiva finalidad de que el contador de las visitas sume números récord.
«Selfies» que se hacen cuando acaban de despertarse en la cama, seguidos por los que nos van mostrando su itinerario diario en lo que se refiere a costumbres y gustos, su comida favorita, cuáles son sus aficiones, a qué dedican su tiempo libre, (si es que les queda algo, después de lo que les ocupan los «selfies»), su círculo de amistades, y lo que abunda y muchísimo son las imágenes de su vida nocturna.
Unos padres preocupados por lo que hacen sus hijos en la calle a altas horas de la madrugada, no tienen más que conectarse a internet, y hacer una visita a la cuenta de su hijo/a en Instagram. En ese espacio virtual podrán, sin la menor duda, encontrarlo/a, claro que la sorpresa puede ser mayúscula, si no están acostumbrados a una imagen de sus retoños que les hace conocer lo que supone la diversión para éstos. Y es así como les descubren bailando en las discotecas, bebiendo todo tipo de alcohol, que mezclan sin medida ni control, acompañados por quien desearías que no hubiera conocido nunca, o sencillamente, mirando a la cámara con boquita de piñón (eso, las chicas), o todo tipo de caras raras (ahí los chicos también se apuntan).
Una noche en la vida de tu hijo a través de sus «selfies» es un cuadro más que rocambolesco del joven que, en su vida diaria puede ser una deliciosa criatura, y que traspasado cierto límite se convierte en un «Mr. Hyde», dando rienda suelta a todo lo que le pide el cuerpo, incluyendo, evidentemente, relaciones esporádicas de carácter sexual, algunas sin medida ni protección y que pueden suponerles graves peligros, y no solo para su salud.
Y ahora, vendría la pregunta del millón: ¿qué hacemos, cómo controlamos los excesos de nuestros hijos cuando salen de casa? Porque una cosa es ver lo que hacen y otra bien distinta es conseguir que dejen de hacer aquéllo que para sus padres resulta improcedente.
Pues, amigos, la experiencia me ha demostrado que por muchas broncas que a un hijo/a se le echen sobre sus actividades, sus compañías, sus aficiones…., salvo que vayas detrás, a modo de guardaespaldas, poco hay que hacer, salvo, evidentemente, el castigo. Y el más eficaz de todos los castigos consiste, sencilla y llanamente, en quitarles el móvil, la tablet, el ordenador y toda tecnología que les ponga en contacto con redes sociales, amén evidentemente del consiguiente encierro en casita, por una temporada. Gritarán, insultarán, rogarán,llorarán nos amenazarán con irse (algo del todo absurdo, pues solo saben vivir a costa de sus padres), pero pasados unas cuantas horas, reconocerán que sí que se excedían en sus conductas y prometen no volver a hacerlo….
Y tú que te lo crees y les devuelves todo el material requisado, y ellos que te miran con la carita que te miraban cuando aún no habían hecho la primera comunión…
Y tú piensas que, por fin, puedes descansar tranquilo….hasta que, al siguiente fin de semana, te da por encender tu ordenador para ver si tu hijo/a cumple lo prometido, y todo vuelve a comenzar….
Así es la vida, y eso es lo que tenemos.
Es del todo fundamental procurar que, desde muy pequeñitos, nuestros hijos reciban de sus padres, una educación rica en valores, que les haga diferenciar lo que está bien de lo que no procede, pues dejar en manos, exclusivamente, de una sociedad cada vez mas deshumanizada, el desarrollo como personas de nuestros hijos, es un craso error.
Al menos por nuestra parte como padres, la misión de hacerles comprender que el respeto y los valores morales no tienen cabida en un «selfie», y con ello se evitarían muchísimas conductas del todo improcedentes y peligrosas para nuestros hijos.
Y quiénes hemos ser coherentes en dicho sentido somos nosotros los adultos, toda vez que, en innumerables ocasiones, nuestros «autorretratos» suponen una total ventana a nuestra intimidad, que debe ser eso, intimidad.
Pues una cosa es abogar por un mundo «sin fronteras», algo muy de moda, últimamente, y otra, vivir con las ventanas, los balcones, y hasta la puerta de la privacidad a modo de reclamo hacia las «excelencias» de nuestra vida, como ejemplo de que conocemos el secreto de la «felicidad», o eso queremos hacer creer……