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¡¡Houston, tenemos un problema!!

Por Juan Bouza Sep 17, 2016 #juan bouza #opinión

Juan BouzaEl año 1970, en plena carrera espacial, se produjo una de las peripecias más comentadas y más rememoradas, no sólo cuando se habla en términos de astronáutica sino en general, como un acontecimiento que analizado en multitud de aspectos, ha ofrecido enseñanzas variadas que son útiles en otras tantas multitudes de materias. La famosa frase pronunciada por el piloto del Apolo XIII, Swigert “Houston, tenemos un problema”, forma parte hoy día de esa colección de modismos al uso y que somos capaces de utilizar para contextos de todo tipo.

La historia de la misión Apolo XIII, es la historia de una gran gesta, y como todas las grandes gestas deben tener un contenido dramático con un final que nos convoque a todos al aprendizaje, o mejor dicho, a la enseñanza de toda una serie de valores, mecanismos de oportunidad, etc…

Hay multitud de libros, artículos, documentales, películas y demás fuentes de información que cuentan con todo lujo de detalles la peripecia de la misión, no creo por tanto que sea necesario que les cuente más allá de refrescarnos la memoria sobre los hitos más importantes o claves de este fracaso-éxito de la carrera espacial y de la NASA.

En resumidas cuentas –y lo cuento como auténtico profano en la materia-, todo se produjo por una serie de fallos en cadena en el proceso de fabricación de los artefactos que debían llevar a Swigert, Novell y Haise a la superficie lunar. Se utilizaron materiales reciclados de otras misiones anteriores, no se hicieron algunas comprobaciones necesarias del correcto funcionamiento de algunos componentes, hubo incluso algún incidente en el montaje de piezas, la tripulación no era la prevista…en definitiva, con un objetivo final –el alunizaje- bien concretado, con todo tipo de ensayos, entrenamientos para situaciones de emergencia realizados y en definitiva con la experiencia adquirida de las anteriores misiones, en un momento del despegue del Apolo se produce un apagón de uno de los motores, a los dos días aproximadamente del despegue se produce una explosión en un tanque de oxigeno…y: Houston, tenemos un problema. A partir de ese momento fue imprescindible, no solo la extraordinaria pericia de los pilotos a bordo del modulo lunar, sino la enorme capacidad, talento y capacidad de los responsables de la misión para -desde tierra- ir dando instrucciones, posibilidades, información, tranquilidad para, una vez abortada la misión, conseguir, como así fue, traer sanos y salvos a los intrépidos tripulantes de la nave, los cuales habían sido ajenos a las incidencias previas que habían sucedido en todo el proceso de materialización del proyecto –incidencias mayoritariamente como cadena de errores humanos-.

La comunicación de Gene Kranz -director en tierra del vuelo- con los tripulantes fue continua, los detalles de cada una de las incidencias observadas desde tierra fueron inmediatamente comunicadas para su subsanación, y todo ello con unas personas que a varias decenas de miles de kilómetros de la tierra tenían una gran imaginación y capacidad de hacer lo que un amigo mío me decía en mi antigua dedicación: “arreglar el avión en pleno vuelo”. Suerte tuvieron estos astronautas de que los responsables del diseño de la operación en todos sus aspectos fueran gente dispuesta, con capacidad de liderazgo al punto de reconocer sus errores anteriores y ofrecer soluciones para que ese “arreglar el avión en pleno vuelo” fuera eficaz. ¿Os imagináis que hubiera ocurrido si después del mítico “Houston, tenemos un problema”, desde tierra no hubieran respondido, o que no hubieran asumido la responsabilidad de intentar corregir un rumbo de los acontecimientos de los cuales los tripulantes eran desconocedores? Pues eso, no hubieran podido arreglar tal desaguisado y hubieran muerto. Los responsables en tierra hubieran callado sus bocas y hoy seguirían teniendo un problema de conciencia sabiendo que habían condenado a inocentes astronautas a la muerte.

Es una gran historia a la que animo conocer en profundidad pues demuestra como se pueden evitar grandes pérdidas inútiles, como convertir un fracaso en un éxito, como sacar de las crisis oportunidades y sobretodo como, en este caso, aunque el miedo, sufrimiento y angustia que esos tripulantes, familias y amigos pasaron, durante todo el tiempo que duró la crisis en el Apolo XIII, no se las quita nadie, por lo menos hubo en tierra unos valientes que como poco consiguieron que pudieran intentar salvar sus vidas.

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