El imperio austro-húngaro ocupaba la zona suroriental europea. En el siglo XIX se había extendido a costa del imperio turco, pero había perdido su influencia en el centro de Europa por la fuerza de Prusia en el proceso unificador alemán, así como en la península italiana después de su unificación, aunque conservaba en su seno territorios de habla italiana en la zona alpina. El imperio era un mosaico de etnias, lenguas y religiones: alemanes, húngaros, rumanos, eslavos (checos, eslovacos, polacos, croatas, etc..) e italianos.
El sistema político estaba coronado por el emperador Francisco José I de la dinastía de los Habsburgo, una familia real vinculada a Austria desde la Edad Media, y que reinó entre 1848 hasta su muerte en 1916. El régimen era autoritario con algunas concesiones al liberalismo.
Desde el año 1867 el imperio austriaco pasó a ser el imperio austro-húngaro o monarquía dual, al establecerse un gobierno para la zona occidental, o Austria y otro oriental, para Hungría. Esta forma de gobierno intentó resolver las aspiraciones de los húngaros, pero obvió las de los pueblos eslavos e italiano.
El problema más grave del imperio procedía de los conflictos derivados de las reivindicaciones nacionalistas de los pueblos eslavos. Por otro lado, el imperio estaba inmerso en la compleja situación balcánica en pleno proceso de disgregación del imperio turco y en competencia con la Rusia zarista por el control de la zona.
Al comenzar el nuevo siglo estaba claro que las estructuras políticas del imperio estaban anquilosadas, con un poder casi absoluto por parte del emperador, sin sufragio universal, un gobierno no representativo y solamente apoyado por los pilares del sistema: la aristocracia, el ejército, la iglesia y los conservadores. La oposición de nacionalistas, socialistas y demócratas se fue agudizando. Los nacionalistas de diversas tendencias no estaban satisfechos con la monarquía dual porque solamente atendía a las necesidades de los húngaros. En este sentido, los nacionalistas checos eran los más activos. Los socialistas, por su parte, deseaban avances sociales y el sufragio universal. El emperador optó por la represión, especialmente, de los nacionalistas. Pero esa política no hizo más que radicalizarlos.
Las tensiones con los checos se agudizaron. El estado fomentó la creación de una formación política, conocida como Partido Nacional Alemán, en los territorios checos, provocando fuertes tensiones. Mientras tanto, los demócratas y los socialistas lanzaron una fuerte campaña para la aprobación del sufragio universal, coincidiendo con los nacionalistas checos. Por fin lo consiguieron y en 1907 se eligió el primer parlamento austriaco por sufragio universal. El sufragio universal no se aplicó a la parte húngara de la monarquía dual. Pero el Parlamento de Viena era muy poco operativo, habida cuenta de la fragmentación política, con muchos partidos enfrentados entre sí, circunstancia que el emperador aprovechaba para nombrar gobiernos de excepción.
Por su parte, los húngaros estaban dispuestos a renovar el Compromiso de 1867 aunque a cambio, querían más competencias, pero el emperador no estaba dispuesto a hacer concesiones y amenazó con implantar el sufragio universal en esta parte del imperio, algo que la oligarquía húngara no deseaba porque acabaría con el dominio de los conservadores en el Parlamento de Budapest. Fue suficiente para que los húngaros desistieran de sus peticiones.
La falta de visión del emperador Francisco José I y de sus gobiernos, así como la maniobra de anexión de Bosnia-Herzegovina, llevaban al desastre a la monarquía dual. Los demócratas, nacionalistas y socialistas representaban una alternativa. Se pretendía la creación de una confederación de estados nacionales con gobiernos elegidos democráticamente y unidos en la figura del emperador. Pero este proyecto pasaba por el fin de la hegemonía germánica de los austriacos y por la aceptación del emperador de un papel moderador, pero no autoritario. Francisco José no dio ningún paso en este sentido y mantuvo las estructuras existentes, por lo que la oposición decidió inclinarse hacia la vía republicana para solucionar el problema de las nacionalidades. El emperador llegó a clausurar el Parlamento Regional de Bohemia de los checos y el Nacional de Viena.
Pero el inmovilismo del emperador no era compartido por toda la corte. El heredero imperial, el archiduque Francisco Fernando, creía que había que introducir importantes reformas si se quería salvar la corona imperial. La alternativa era conocida como trialismo o monarquía trial, es decir, había que convertir la monarquía dual en una triple con tres estados, el austríaco, el húngaro y el eslavo, con grandes reformas y en plano de igualdad. Al parecer, esta idea conectaba bien con los nacionalistas moderados, pero no con los más radicales, instigados desde fuera por los serbios, embarcados en su proyecto de creación de la Gran Serbia que reuniera la mayoría de los territorios de población eslava de los Balcanes, idea apoyada por los rusos. El asesinato de Francisco Fernando en Sarajevo y el estallido de la guerra mundial terminaron con este proyecto de reforma imperial.
El emperador Francisco José murió en 1916. El nuevo emperador, Carlos I de Austria y IV de Hungría, solamente pudo reinar para ver la derrota en la guerra. El imperio austro-húngaro se disolvió por los Tratados de Saint-Germain-en-Laye y del Trianon.