Siempre tuvo dotes de actor, de actor dramático. Como Kenneth Branagh, toda la vida encasillado en personajes clásicos, shakesperianos las más de las veces. Ya olía a naftalina cuando empezó su carrera artística, quizás por eso sigue manteniéndose en plena forma pese a atravesar su cuarta década. Con el tiempo ha ido adoptando distintos papeles, aunque en el fondo todos son el mismo, un villano que aunque para muchos ya poco tiene que aportar al espectáculo sigue manteniendo un reducto de admiradores que lo mantienen en el show business.
En una primera etapa aparecía en todas sus actuaciones como el abogado que intenta parar el proceso utilizando todo tipo de artimañas, técnicas que rozaban el filibusterismo que tan bien interpretó James Stewart en «Caballero sin espada», aunque en el fondo este personaje nada tenga que ver con nuestro protagonista.
Luego alcanzó una madurez interpretativa cuando atravesaba su segunda década en el que cambió de registro. En esta etapa le dio por interpretar a un personaje complejo, un recaudador de tributos medieval que utilizaba métodos expeditivos para cumplir su misión, que nadie tuviera deudas con su patrón. Era común que se hiciera acompañar de la guardia para cerrar personalmente el negocio de aquel que se negara a pagar.
Alcanzó más tarde una época oscura, donde el villano se envilece aún más y pasa a interpretar el papel de consejero de la reina que se ocupa de los asuntos más impopulares para así salvaguardar la imagen real a costa de la suya propia. Esta es la etapa en la que se le ve más desenvuelto, más cómodo. Ha encontrado quizás su papel ideal, quien sabe si por los años de experiencia o porque se da cuenta de que es en estos papales cuando disfruta de su trabajo.
Pero todo tiene un fin y comenzando ya su cuarta década sobre el escenario ha tenido que reconvertirse para seguir contando en el duro negocio del espectáculo. Habrá vivido momentos duros, seguro. Se habrá tenido que replantear muchas cosas, se le ha visto titubeante sobre las tablas pero ha vuelto a encontrar su sitio. Ayer volvió a encontrarse consigo mismo haciendo de abuelo bonachón que debido a sus años pierde la noción del tiempo y llega tarde a una cita. Sin duda esta ha sido una de sus actuaciones más brillantes, una de las que pasarán a la historia. Quizás dentro de un tiempo cuando alguien se acuerde de él guardará en su retina la imagen de esta actuación. El culmen a toda su carrera.
Cuando se retire de los escenarios, seguro que habrá algunos que lo echen de menos y lo paren por la calle para recordarle una época pasada que ya no está. Yo no seré uno de ellos.