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Dom. Nov 24th, 2024
Gabriel Urbina

La mitología me enseñó que, detrás de un canto de sirena, por muy seductor que este sea, hay una criatura que busca alimentarse de ti. Y me enseñó, además, que las sirenas no se extinguen. La mitología es atemporal, te habla siempre en presente. Por eso, aunque ya no tengan esa forma que aterrorizaba a comerciantes y viajeros, torso de mujer y cuerpo de ave, las sirenas siguen revoloteando cerca, sin tregua, buscando al próximo náufrago que se acerque a las rocas y sucumba ante la belleza mortal de su voz. 

Podríamos hablar, por ejemplo, de la reciente manifestación contra la multiplicación de Casas de Apuestas en los barrios madrileños. Muchos de esos locales no están situados, como ya imaginan, en los barrios donde se cumplen los sueños. Más bien allí donde el desempleo, la pobreza y las tragedias familiares te empujan a soñar a la desesperada. Dinero rápido, legal, sin esa pátina sucia que envuelve al tráfico de drogas, pero con consecuencias terribles: menores adictos, deudas interminables y arenas movedizas que, cuanto más te esfuerzas en dejar atrás, más te empujan hacia adentro. Y, por supuesto, caras conocidas, sonrientes, firmando campañas publicitarias para alentarte a que no pierdas la oportunidad de tener una vida tan fantástica como la de ellos. 

Pero no se trata de un caso aislado. Las sirenas siguen batiendo sus alas, esperando el momento. Además de en esa publicidad incesante de las apuestas deportivas (algunas con mensajes y sonidos tan diabólicos y repetitivos que han sido sancionadas por la Asociación para la Autorregulación de la Comunicación Comercial, como la que promociona Carlos Sobera en el trabajo más miserable que haya aceptado jamás), los cantos de sirena se ocultan en muchos libros de autoayuda y en métodos de aprendizaje que, escritos por el primer listillo sin formación ni escrúpulos, abordan temas complejos como la depresión o te garantizan el dominio de un idioma en solo tres semanas (las mismas que necesitaría el autor para tragarse, uno a uno, los manuales de gramática que tengo en casa).

Dicen que, a río revuelto, ganancia de pescadores. Pero la situación se vuelve trágica cuando los peces son las personas más vulnerables, y, los pescadores, individuos o empresas cuyo crecimiento personal o profesional depende, directamente, del descenso a los infiernos de aquellas personas. Y no quiero negar la responsabilidad de quienes muerden el anzuelo (el victimismo es otra plaga terrible de nuestro tiempo), pero es cierto que cada vez hay más famosos que han visto un negocio perfecto en las necesidades de los demás (cuanto más básicas, mejor) y se han especializado en imitar el canto de las sirenas.

Como suele ocurrir con estos temas, una visión simplista solo sirve para llenar titulares, pero nunca para entender el alcance de un problema complejo y alimentado por otros que están en la base: las ilusiones perdidas de tantos jóvenes, sin empleo ni formación; la falta de comunicación y el aislamiento crecientes en una sociedad que desprecia la reflexión y el autoconocimiento; la sobreexposición de referentes equivocados, con niños y adolescentes mirándose a un espejo que les promete fama y riqueza de forma rápida y fácil… Sin duda, es más fácil morder el anzuelo así, cuando tienes una imagen distorsionada de la vida y el río revuelto va inundando todos los resquicios de tu mundo: la casa y la escuela, la calle y la televisión.

Si volvemos a esas sirenas de la mitología, no está de más recordar que Ulises solo pudo evitar sus garras tapándose los oídos y aferrándose al mástil de su embarcación (y, quien habla de aferrarse a un mástil, habla de aferrarse al futuro, a la esperanza de regresar a Ítaca, junto a Penélope, y a las ganas de mantener un pulso con la vida para escribir el final de una odisea que parecía interminable). Y tampoco viene mal recordar que Orfeo, descendiente de Apolo, solo consiguió acallar la voz letal de las sirenas tocando la melodía más sublime y extraordinaria que supo imaginar (y, quien habla de tocar una melodía, habla de esfuerzo, dedicación y talento… de aquello que solo sucede cuando estás dispuesto a dar la mejor versión de ti mismo). La vida no es fácil. Los atajos nunca te llevan al paisaje soñado, solo te acercan a las rocas. Y las sirenas, sin duda, siguen revoloteando alrededor.

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