Jacques-René Hébert nació en 1757 en Alençon, en el seno de una familia burguesa acomodada gracias a la profesión de joyero de su padre. Hébert comenzó a destacarse en la Revolución Francesa cuando sacó a la luz en 1790 el periódico Le Pére Duchese, donde planteó sus ideas radicales. En 1791 ingresó en el Club de los Cordeliers donde se destacó. En 1792 fue nombrado sustituto del procurador de la Comuna de París, y en el mes de diciembre del mismo año fue nombrado segundo sustituto del Fiscal de la Comuna. En la primavera del año siguiente tuvo un papel destacado en el ataque a los girondinos, al ser acusados de traidores. Hébert pasó a tener un evidente protagonismo en la radicalización de la Revolución. Desde junio pasó a liderar el sector radical de los montagnards, después de su detención por los ataques que habían sufrido los girondinos.
El asesinato de Marat radicalizó más aún a Hébert. Las jornadas de septiembre de 1793 fueron, en gran medida, un éxito para nuestro protagonista. Impulsó la descristianización y del nuevo culto a la diosa Razón. En la nueva etapa revolucionaria se destacó por su influencia política, como se comprueba en su demanda para la aprobación de la las Leyes de Sospechosos y del Máximo General. También fue partidario de la pena de muerte para María Antonieta. Pero Hébert era demasiado radical para Robespierre. El propio Hébert consideraba muy conservador al incorruptible y se enfrentó a él cuando se decretó la libertad de cultos. Pero, sobre todo, tenemos que tener en cuenta que los hebertistas dominaban la Comuna de París y deseaban radicalizar la Convención. Robespierre y Saint-Just consiguieron que el tribunal revolucionario la detención de Hébert y gran parte de sus seguidores. Hébert fue ejecutado en la guillotina en el mes de marzo de 1794. Su esposa corrió la misma suerte.
Hebertistas no formaban un partido propiamente dicho. Eran un grupo heterogéneo cuya una ideología se basaba en el anticlericalismo, la oposición a la nobleza y a la monarquía. También defendían la democracia directa y un evidente radicalismo económico. En este sentido, es importante la presión que ejercieron, como hemos señalado más arriba, para la aprobación de la Ley del Máximo general en septiembre de 1793, que estableció un máximo para precios, salarios y beneficios. También fue importante su intervención para que se aprobara una ley contra los acaparadores en el mes de julio de 1793.
Eran partidarios de la guerra para difundir los principios revolucionarios por Europa y también de la guerra interior contra los contrarrevolucionarios. En esta cuestión también tuvieron un evidente protagonismo para que se aprobase la Ley contra los sospechosos, votada en septiembre de 1793. La ley posibilitaba la detención de los enemigos del a Revolución. Esas detenciones eran realizadas por comités de vigilancia.
Los hebertistas tenían el control de la Comuna de París. En la Asamblea y en la Convención se sentaban en el grupo de la Montaña. El grupo tuvo un evidente protagonismo en la caída de los girondinos a finales de mayo y principios de junio de 1793