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Mi más fiel compañero

Por Rosa Freyre Nov 1, 2016 #opinión #Rosa Freyre

Rosa FreyreHace bastantes años Antonio Gala resumió en un libro, al que tituló «Charlas con Troylo», una serie de artículos que publicó en El País, a principio de los años 80 del pasado siglo XX.  En estos pequeños artículos Gala mantenía una conversación sobre los más variados temas, con su perro, de nombre Troylo.

Recuerdo, con emoción ese intercambio de pareceres, entre un hombre y un perro, que se adoraban mutuamente, su completa complicidad, y el cariño que, en todas y cada una de las frases, nos ofrecía Gala del conocimiento de lo que es lo que supone tener en tu vida, en tu casa, un perro, como amigo, y que se vuelve del todo imprescindible. No cabe la menor duda de que Troylo era para Antonio Gala su más fiel compañero.

Nuestra sociedad conoce, a veces, del comportamiento cruel para con los animales, personas que les hacen daño, sin motivo, les someten a todo tipo de castigos y torturas, sencillamente, por placer, una deformación de lo que debe ser la buena condición de una persona.

Mas son abundantes los casos en los que los animales de compañía, perros y gatos, fundamentalmente,  conocen de nuestro día a día y  se convierten en uno más de la familia.

Como bien dijo Anatole France, en una expresión del todo acertada:»Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida».

Y sinceramente, yo he amado a un animal, y desde el momento en que descubrí ese amor, algo cambió en mí, no sé como definirlo, ni con qué palabras concretar qué tipo de amor, si es que existen diferentes formas de amor, dependiendo de a quién se ame, pero sí que esa parte de mi alma despertó un día, y ya nunca volvió no solo a dormir, ni siquiera a cerrar los ojos ante la presencia de un animal que, con su cariño, su compañía, su fidelidad, y su siempre feliz encuentro cada vez que llegaba a casa corría hasta la puerta y me sonreía con sus ojillos brillantes.

Esa vida que se acostumbra a tener cerca, a tu lado, a un fiel compañero, tiene motivos más que suficientes para participar de las alegrías que supone compartir momentos llenos de simpatía, ocurrencias, y situaciones que las recordamos como algo anecdótico, y que nos viene a demostrar que los animales, en el caso concreto de un perro, tienen un entendimiento que alcanza mucho más a lo que el hombre sabe del perro. En definitiva, te conocen y saben como conseguir de tu persona lo que, en cada momento, quieren, jugar, sentarse en tu sofá, al lado, que le acaricies, le des una chuche, y también saben transmitir cuando se encuentran malitos. Sin hablar, pero en sus ojillos se pueden leer tantas cosas.

Son también numerosas las asociaciones de diferente naturaleza que aconsejan la presencia de un perro para que sirva de compañía a una persona enferma, pues se ha demostrado que la misma ejerce una fuerza y una positividad que hace que la persona encuentre consuelo y, sobre todo, una fiel compañía.

Este articulo que hoy llega hasta todos vosotros tiene la razón de ser en una ausencia, después de diecisiete años, la de mi fiel y pequeño Lassa Apso, SIMBA, un perrillo de color canela y brillantes ojos color almendra, que me enamoró tal y como le vi, el primero de los días que pasó en nuestra casa, aunque he de reconocer que yo no era muy amiga de los perros. Pero el pequeño SIMBA me convenció, sin palabras, tan solo con gestos, con su presencia, sus juegos, y su carácter, tan singular, independiente, pero cariñoso, libre, y del todo entregado. Mi querido SIMBA ha representado ver crecer a mis hijas, y es por ello que su vida está más que unida a la de mi familia.

Poco a poco le he ido ver envejeciendo, he visto como se apagaban sus ojos, apenas oía, y sus movimientos eran muy limitados. Aunque como todos, el último en darse cuenta de una realidad es el que la tiene por delante, llegó un día, en que apenas podía andar, y ante mis ojos se abrió una terrible realidad, y en consecuencia, la necesidad de tomar una decisión. Y lo hice,  lloré por hacerlo, y todavía lo sigo haciendo.

Porque esa parte de mi alma que un día se vio despierta y bien despierta, ha quedado rota, y por mucho que me quiera consolar con palabras como que es peor verle sufrir, esa excusa mi emoción no la entiende, porque la emoción no entiende de razones que vayan más allá de aquello que te niega lo que amas, y te priva de ello.

Sirva este artículo de hoy para servir de agradecimiento a todos los amigos que se han dirigido a mi persona, lamentando la pérdida de SIMBA.

Y me permito reproducir unas frases del último de los artículos que Antonio Gala escribió sobre Troylo  y que dice como sigue:

«Esta noche también he soñado contigo.

Corrías sobre el césped del jardín, vivo y dichoso, abanderando el rabo. Corrías hacia mí, me reclamabas.

Tu ladrido pequeño henchía la mañana.

He alargado la mano, todavía dormido, buscando por la cama a tientas tu cabeza. Sin encontrarte, Troylo.

He encendido la luz. No estabas, Troylo.

No volverás a estar…

Dicen que no se pierde sino lo que nunca se tuvo. Es mentira.

Yo te tuve: te tuve y no te tengo……» (SIMBA).

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