Cuando se habla de educación, de su finalidad y sus objetivos, coincidimos en la importancia de desarrollar la capacidad crítica, la necesidad de abrir la mente a nuevos conocimientos, a la belleza, a la creatividad y los valores sociales. En definitiva, la educación debería permitirnos vivir en plenitud, conscientes de dónde estamos y cuáles son las herramientas de que disponemos para disfrutar y mejorar nuestro universo, usando colores propios y compartidos. No siempre el sistema, las familias o el profesorado estamos a la altura. No siempre el alumnado y los medios permiten que se alcancen estos ideales. Sin embargo, a veces ocurre, y todo cobra sentido en ese instante: el esfuerzo diario, la motivación, la alegría de enseñar y aprender en un mundo que no se detiene.
Hace unos días una compañera de trabajo me pasó esta carta, redactada por Paola Morillo Durán, una alumna de trece años de segundo curso de ESO. Me pareció brillante. Los adultos solemos acaparar con nuestra voz los espacios y las portadas, nos sentimos dueños del conocimiento y nos perdemos grandes lecciones por no saber o no querer escuchar. Hoy quiero que sea la voz de Paola la que suene en este espacio, para que sus preguntas y su mensaje, su madurez, su crítica y su esperanza nos contagien un poco y salpiquen de luz nuestro futuro:
«Quería hablarles de la situación que tenemos ahora. El planeta se está muriendo poco a poco, y es por nuestra culpa. No pretendo que con esta carta todo el mundo se conciencie del problema y actúe, pero si al menos nuestro país lo hiciera, podríamos servir de ejemplo. España cuenta con más de 4.800 horas de luz al año, está casi todo rodeado de costa y en muchas zonas el viento es fuerte. Somos un país perfecto para utilizar las energías renovables en exclusiva. Por lo que poner un impuesto a quien pone una placa solar en vez de utilizar la electricidad corriente no me parece normal. ¿Por qué se hace? ¿Por dinero? No se trata solo de hacer lo correcto. Es cuestión de que Tierra solo hay una.
Quería decirles que, como pasa muchas veces, no podemos permitir que el problema ya no tenga remedio para intentar solucionarlo. Intentemos no hacer caso a los que solo piensan en el dinero porque, aunque les estemos dando poder al comprarles sus productos, nos estamos quedando sin hogar al hacerlo. Y, ¿de qué sirve el dinero si no tienes un sitio donde vivir? ¿Si no tienes un planeta?
No solo es cuestión de comprar bombillas que consuman menos, es tan simple como tener más voluntad política y no hablar de cosas que no se cumplen después. Puede que ahora no se den cuenta del problema. Aún hay mucha gente que sigue negando que haya un calentamiento global y lo veo, hasta punto, natural. Creo que es una forma de autoengañarse para no afrontar el problema. De hecho, pasa continuamente en la vida cotidiana, ignorar los problemas y fingir que no existen y, si dan mucho la lata, ponerles parches encima y volver a ignorarlos hasta que explotan y no tienen solución. Pero creo que es nuestro deber como habitantes de este planeta, por una vez, enfrentarnos a ellos antes de que terminen de explotar, porque están empezando a hacerlo.
El tiempo está cambiando, muchos animales y plantas mueren, hay sequías en unas zonas y lluvias torrenciales en otras, más desastres naturales, la nieve desaparece, los polos se derriten… No sé ustedes, pero yo no quiero vivir en un mundo así, lleno de basura y con el clima vengándose de todo lo que la humanidad le ha hecho.
Y yo me pregunto: ¿Por qué cada vez que alguien intenta encarar el asunto lo ignoran? ¿Otra vez por dinero? Ustedes pueden creer que por ahora les merece la pena, pero, tarde o temprano, y me da que será más temprano que tarde, cuando las reservas de combustibles fósiles se agoten y no nos quede más remedio que usar solo energías limpias, el problema ya nos habrá explotado a todos y cada uno de nosotros. España puede lograr el cambio. Tenemos muchos más recursos que otros países, es cuestión de voluntad política. Y espero que se logre antes de que la bomba que estamos creando explote, porque aún estamos a tiempo, pero no lo estaremos mucho más».