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Vie. Abr 26th, 2024

El campesinado francés en el siglo XVIII

El campesinado en la Francia del Antiguo Régimen, como en el resto de Europa occidental, no era un grupo homogéneo de población. La Francia rural estaba compuesta por tres grandes grupos, En la cúspide se encontraban los campesinos propietarios, tanto los granjeros de posición acomodada como los propietarios medios y en la base habría una gran masa de jornaleros o braceros y los que aún padecían los rasgos de la servidumbre feudal, que no sería abolida hasta la Revolución. En medio, habría un grupo de pequeños propietarios.

Los campesinos más acomodados experimentaron una clara mejoría en su situación económica derivada del auge agrícola de la centuria y del alza de los precios del trigo al menos hasta la década de los años setenta. Pero los campesinos no propietarios muy pobres no mejoraron nada porque, aunque sí subieron los salarios, no lo hicieron en la misma proporción que los precios. Así pues, el enriquecimiento de unos se sustentaba en el empobrecimiento de la mayoría. La situación se agravaba en las periódicas crisis de subsistencia cuando la producción agrícola disminuía por las malas cosechas y los precios se disparaban. El hambre elevaba las tasas de mortalidad. Por fin, el pequeño propietario, aunque tenía una situación mejor que la del jornalero, tampoco mejoró mucho en este siglo, ya que no generaba los suficientes excedentes en los años buenos para poder vender en los años de crisis cuando los precios se elevaban considerablemente. También sufría los años de buenas cosechas, ya que los precios descendían y caían los beneficios.

En los años en los que se acercaba la crisis del Antiguo Régimen el campo francés sufrió una situación harto difícil derivada, por un lado de los problemas estructurales derivados de una agricultura atrasada, y que en ese momento provocaron la llegada de un ciclo de malas cosechas, y por otro, de otros problemas propios del momento, como fueron el exceso de población, el ataque de los poderosos a los bienes comunales que eran un balón de oxígeno para la economía de los campesinos y la reacción feudal de los nobles. Por fin, la presión fiscal combinada del rey, tanto directa –talla, capitación, vigésimo- como indirecta –gabelas-, con la señorial –censos, laudemios, ventas, etc.., y la eclesiástica –diezmos- pasó a ser abrumadora y asfixiante.

El campo francés ardería en los inicios de la Revolución.

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