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Entrevista a Gill Paul, autora de Las chicas de Manhattan

Por Redacción Nov 2, 2023 #cultura #libros

«Cada novela tiene sus propios retos, pero el que más miedo me daba con Las chicas de Manhattan era escribir diálogos para la mujer más ingeniosa del mundo»

¿Qué hizo que quisiera saber más y escribir sobre Dorothy Parker y sus tres amigas?

Leí por primera vez los relatos y poemas de Dorothy Parker cuando era adolescente y me enamoré de su cinismo e ingenio mordaz. El humor no suele superar la prueba del paso del tiempo, pero sus ocurrencias de los años veinte apenas han envejecido. Quería escribir sobre su vida durante esa década llena de acontecimientos, pero no me interesaba volver a contar la historia de los hombres narcisistas de la Mesa Redonda del Hotel Algonquin. Cuando descubrí que Dorothy estaba en un grupo de bridge con tres mujeres notables por derecho propio, eso me dio la chispa de inspiración para mi historia.

Ha conseguido dar vida al mítico escenario del Nueva York de los años veinte. ¿Fue difícil investigar e imbuirse de las costumbres de la sociedad de la época?

Hay muchísimos libros y documentales sobre la Ley Seca, los gánsteres y los bares clandestinos. La dificultad residió en decidir qué incluir, y luego descartar todos los detalles que no encajaban en mi narrativa. En mis novelas no incluyo largas descripciones del escenario: unas pocas pinceladas cuidadosamente elegidas suelen bastar para situar la escena. Por ejemplo, hice que Winifred pasara corriendo por delante de unos carteles publicitarios de cigarrillos, armónicas y laxantes, que había visto en una foto en blanco y negro de la época. ¡Todo un símbolo de los tiempos!

¿Qué papel desempeñaban Dorothy y sus amigas en la Mesa Redonda del mítico Hotel Algonquin?

Era un escenario dominado por hombres, donde los pesos pesados eran periodistas, dramaturgos y publicistas. Se reunían todos los días para pavonearse y reírse de sus propios chistes, mientras se pasaban copas de licor alrededor de la mesa. Pero había algunas mujeres que se atrevían a entrometerse en la conversación: Ruth Hale, defensora de los derechos de la mujer, y Edna Ferber, dramaturga y novelista, así como mis cuatro protagonistas de Las chicas de Manhattan. Por supuesto, hoy día Dorothy Parker es, con diferencia, la más recordada de todas ellas.

«Era un escenario dominado por hombres, pero había algunas mujeres que se atrevían a alzar su voz»

En la novela aparecen personajes secundarios famosos de la época, ¿qué tipo de relación tenían con las protagonistas en la vida real?

Bob Benchley era el amigo más íntimo de Dottie en aquella época, pero minimicé su papel en la novela porque quería centrarme en sus amistades femeninas. Alex Woollcott tenía fama de gruñón y era evidente que mantenía una relación difícil con Jane. En general, intento dar una visión realista de las relaciones que los personajes secundarios tenían con los principales, excepto con Eva Le Gallienne; en ese caso me inventé por completo su romance con Winifred. Me encanta que personajes famosos paseen por mis novelas durante una o dos escenas.

El lector puede ver la clara intención de las cuatro protagonistas de triunfar, romper las reglas, tener matrimonios exitosos y no contentarse con un solo trozo del pastel. ¿Cree que eso era difícil de entender para la gente que las rodeaba?

En los años veinte del siglo pasado, en Estados Unidos, las mujeres acababan de conseguir el derecho al voto. Todavía no podían abrir una cuenta bancaria ni solicitar un crédito sin el permiso de un familiar varón. Si las mujeres de clase media trabajaban, se daba por sentado que lo dejarían en cuanto se casaran; una actitud que persistió hasta los años sesenta y setenta. Dottie, Jane, Peggy y Winifred eran la excepción, por tener carreras y vivir de forma independiente, y eso era claramente difícil de entender para muchos de sus contemporáneos. Me encanta escribir sobre los años veinte porque empezaron a cambiar muchas normas relativas al comportamiento de las mujeres: se subieron los dobladillos y empezaron a maquillarse, a conducir coches y a ir a clubes de jazz, cuando apenas unos años antes no se les había permitido estar en compañía masculina sin una carabina.

¿Diría que fue la fuerza de las cuatro protagonistas juntas lo que hizo que su círculo empezara a tomarlas enconsideración, a tener en cuenta sus opiniones como mujeres, como profesionales?

Cada una de mis cuatro protagonistas era muy talentosa y ambiciosa. Debía de ser difícil hacerse oír por encima de las voces masculinas de la Mesa Redonda, pero todo el mundo aprendió a callarse y a escuchar los comentarios en voz baja de Dorothy Parker porque eran arrolladoramente divertidos. Jane Grant luchó en todo momento para que la escucharan en su papel de primera mujer reportera de The New York Times y cofundadora de The New Yorker. Fue una batalla que libraron individualmente, cada una en su profesión, pero estoy segura de que su amistad las sostuvo cuando las cosas resultaban demasiado frustrantes.

¿Cree que esa generación de mujeres creó nuevas reglas sobre la marcha y ayudó a que otras mujeres avanzaran hasta llegar a la actualidad?

Jane Grant fundó un grupo para apoyar a otras mujeres que se iniciaban en el periodismo, y Winifred contrataba actrices para las obras de teatro que dirigía, así que ambas eran conscientes de que ayudaban a otras mujeres a progresar. Dorothy ya tenía bastantes problemas cuidando de sí misma, pero creo que ejerció una enorme influencia en todas las humoristas que vinieron después. Antes de que ella llegara, muy pocas mujeres eran famosas por ser graciosas. Se consideraba «impropio de una mujer».  Algunos opinaban que las mujeres no tenían sentido del humor. Pero Dorothy demostró que estaban equivocados y rompió el techo de cristal para todas las mujeres de las generaciones posteriores que se han hecho famosas por su sentido del humor, como Mae West, Joan Rivers, Sarah Silverman y Tina Fey.

La novela está llena de humor e ingenio. ¿Pudo usted sentirse partícipe de su agudeza?

Cada novela tiene sus propios retos, pero el que más miedo me daba con Las chicas de Manhattan era escribir diálogos para la mujer más ingeniosa del mundo. Analicé muy detenidamente el estilo del humor de Dottie. Le gustaban los juegos de palabras y a menudo se reía de sí misma; nunca perdía la oportunidad de ser cínica, especialmente cuando se trataba de las relaciones entre hombres y mujeres. Como frecuentaba a periodistas, sus ocurrencias aparecían a menudo en la prensa. Está claro que era endiabladamente divertida, pero eso no significa que cada palabra que pronunciaba fuera desternillante. Como escritora, me di permiso para que ella también mantuviera conversaciones serias.

¿Es la amistad de estas cuatro mujeres lo mejor que les podía haber pasado?

Para ser sincera, no estoy segura de cuánto tiempo siguió reuniéndose el grupo de bridge ni de con qué frecuencia se veían estas mujeres en la vida real. En mi novela, cada una de ellas tiene sus propios problemas, pero acuden a las demás en busca de ayuda. Son jóvenes veinteañeras que viven lejos de casa y, en cierto modo, se convierten en una familia. Siento lo mismo por mis amigas más íntimas, así que tal vez eso influyó en la forma en que escribí sobre ellas.

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